El sujeto dividido y el discurso capitalista / Por María Gabriela Correia

Comentario acerca de “El odio a la democracia”

“¿Qué estarán pensando los griegos mientras se desencadena sobre sus cabezas las tempestades del dios de la época que tiene la forma de la economía global del mercado?”
Ricardo Forster “La anomalía Kirschnerista”

 

En esta oportunidad voy a hacer un breve comentario, acerca de algunas consideraciones que Jacques Ranciére trabaja en su libro, “El odio a la democracia”.

Profesor de Filosofía Política de la Universidad de Saint Denis, París, quien en los primeros tiempos ha asistido a los seminarios que Althusser dictara sobre “El Capital” denuncia con extrema lucidez,  como la democracia podría verse en el riesgo de ser convertida en un “operador ideológico” desfigurándola  ya que entiende que en los últimos tiempos se ha dado un fenómeno extraordinariamente poderoso, el haber conseguido reducir la democracia a los temas del individuo consumidor, quedando ésta subsumida al imperio del mercado. Denuncia, de alguna manera,  la tergiversación que sobre esté término recae, presentando con asombro el fenómeno que ha posibilitado reducir a la democracia y a los hombres que habitan bajo este sistema de gobierno, a un mero hecho de exigencia de igualdad en tanto individuos de consumo.

Para algunos sectores, es necesario “controlar” la energía febril democrática reorientando la mirada hacia otros escenarios como la búsqueda de la prosperidad material y la felicidad privada. Así el individuo queda  reducido  a un individuo de consumo, egoísta, que exige elegir libremente los productos del mercado, un individuo que elige tan contento un representante político a través de su voto, como un paquete de galletitas en la góndola. Ranciere señala lo novedoso de este fenómeno en el que la democracia ha quedado reducida a los temas del individuo consumidor, que no es ni más ni menos que el hombre democrático egoísta. Este hombre es aquél que posee los medios de producción, es decir, la clase dominante.

Critica que el único reconocimiento de igualdad que se conozca sea la “igualdad mercantil” que descansa sobre la explotación brutal y desvergonzada, sobre la desigualdad fundamental entre el prestador y el cliente.

Alerta acerca de la pretensión de transformar el reino de la explotación al reino de la igualdad, quedando identificada la igualdad democrática con el “igual intercambio” de la prestación mercantil.

Se ha llevado la cuestión a una identificación entre el hombre democrático y el individuo consumista, reduciendo la igualdad a la relación entre quienes venden y compran un producto, (como si esto fuese posible), lo que encierra un fondo de falsedad. Se trata de una libertad y una igualdad que pregona por la individualidad y el consumo. ¿Es esta libertad posible? ¿Se puede decir que se trata de una elección?

Finalmente Ranciére apuesta una definición “…la democracia no es ni  esa forma de gobierno que permite a la oligarquía reinar en nombre del pueblo, ni esa forma de sociedad regida por el poder de la mercancía. Es la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza, la omnipotencia sobre sus vidas. Es la potencia que debe batirse, hoy más que nunca, contra la confusión de estos poderes en una sola y misma ley de dominación…”

 

La  ilusión de elección y “individuo consumidor”

Cuando hablamos  de individuo consumidor, nos enfrentamos ya en el término mismo, a cierta idea de totalidad, puesto que en esa acción de consumir se encuentra el germen etimológico del todo. El término mismo conlleva la idea de ausencia de resto, de falta, ya que se trata de un tomar de manera global, total. Tomar los objetos, ya se trate de objetos manufacturados o de aquellos que se toman de la naturaleza de manera depredadora.

  1. a) Acerca del término CONSUMO:

En cuanto a la etimología del término CONSUMO: acción y efecto de consumir, proviene del latín, consumere, (tomar entera y conjuntamente, globalmente, del todo) es un verbo formado por dos prefijos: CON: conjuntamente, del todo; el verbo SUMERE, prefijado con SUB, sobre el verbo latino EMERE( tomar, obtener, comprar y ganar). A su vez la raíz indoeuropea EM : quiere decir tomar, distribuir. El término consumo, consumir, implica un devorar, destruir, disipar, gastar. Incluye la idea de totalidad.

El consumismo define un sistema político y económico que promueve la adquisición competitiva de riqueza, estatus, prestigio. En la sociedad actual se cree, en función de las consecuencias, que el consumismo compromete los recursos naturales y el equilibrio ecológico. La compra y el consumo desaforado, asociando esta práctica a cierta idea de felicidad. Se van generando más y más necesidades en el consumidor. Esto conduce, según Bataille lo desarrolla en La Parte Maldita, o bien a la acumulación o al  despilfarro, bajo modalidades diferentes según la época y la cultura. Por ejemplo, respecto del Potlach, en ciertas tribus de América del Norte, que no sólo quiere decir “alimentar o consumir” sino que implica además “matar la riqueza o asesinar ritualmente la riqueza”. Para Bataille la maldición es el  excedente mismo.

Por un lado hay un exceso de acumulación y por otro esa dimensión inherente al objeto, al objeto a, en tanto toma la forma de desecho. Lacan señala como todo lo que hace el hombre acaba siempre en el desecho, reservando un lugar particular a las ruinas, en tanto conservan una dosis pequeña de dignidad.

  1. b) Respecto de lo que se extrae de la Naturaleza:

Lo que se toma de la Naturaleza también queda ligada a la idea de acumulación capitalista. Ya Heidegger  lo advirtió  en su conferencia La pregunta por la Técnica. Allí él define la técnica moderna como un modo del hacer salir de lo oculto, con la reserva de que este salir del oculto que domina la técnica moderna, impone a la Naturaleza la exigencia de extraer energía que como tal pueda ser almacenada. Entonces nos encontramos con la idea de acumulación llevada no sólo al plano del dinero o de los objetos manufacturados, sino a un uso brutal y desmedido que el hombre hace de lo que de la Naturaleza pueda extraer. Heidegger realiza una comparación entre el modo de extraer energía de ese entonces con el molino de viento: las aspas del molino quedan confiadas al soplar del viento, el molino no almacena energía. En ese sentido el hacer salir de lo oculto que domina a la técnica moderna tiene el carácter del emplazar, en el sentido de una provocación: la energía oculta en la Naturaleza se saca a la luz, a lo sacado a la luz se lo transforma, lo transformado es almacenado, a su vez se lo distribuye y lo distribuido es nuevamente conmutado.

“El hombre de la era técnica, de un modo especialmente llamativo, se encuentra bajo la provocación de hacer salir lo oculto. Esto concierne ante todo a la Naturaleza, entendida como el almacén principal de existencias de energía. En correspondencia con ello, la conducta solicitante del hombre se muestra ante todo en el florecimiento de las ciencias exactas de la época moderna. Sólo en la medida en que el hombre, por su parte, está ya provocado a extraer energías naturales puede acontecer este hacer salir lo oculto que solicita y emplaza. Si el hombre está provocado a esto, si se ve solicitado a esto, ¿no pertenecerá entonces también él, y de un modo aún más originario que la Naturaleza, a la categoría de las existencias? El modo de hablar tan corriente de material humano, de activo de enfermos de una clínica habla en favor de esto. Hoy en día, el guardabosques que en el bosque mide con exactitud la cantidad de madera cortada y que, a juzgar por lo que se ve, recorre los mismos caminos forestales que su abuelo, y del mismo modo como los recorría éste, tanto si lo sabe como si no, está emplazado y solicitado por la industria del aprovechamiento de la madera. Está solicitado a la solicitabilidad de celulosa, provocada a su vez por la necesidad de papel, emplazado por los periódicos y revistas ilustradas y puesto a la disposición de estos medios. Éstos emplazan, por su parte, a la opinión pública a engullir letra impresa a fin de que esa opinión sea susceptible de ser solicitada para conseguir una organización emplazada y solicitada de la opinión. Pero precisamente porque el hombre está provocado de un modo más originario que las energías naturales, a saber, provocado al solicitar, nunca se convertirá en una mera existencia. El hombre, al impulsar la técnica, toma parte en el solicitar como un modo del hacer salir lo oculto. Con todo, el estado de desocultamiento mismo, en cuyo interior se despliega el solicitar no es nunca un artefacto del hombre, como tampoco lo es la región que el hombre ya está atravesando cada vez que, como sujeto, se refiere a un objeto.” Esto es discutible, puesto que cuando el hombre entra en la economía del mercado como moneda viviente, puede quedar reducido a una mera existencia.

  1. c) Posición del Psicoanálisis.

Siguiendo lo dicho por  Lacan en el año  72  lo que distingue al discurso del capitalista es la Verwerfung, es decir, el rechazo, fuera de todos los campos de lo Simbólico, con la consecuencia que eso conlleva, que es ni más ni menos que el  rechazo, de qué? De la castración. Es esa pretendida igualdad que pregona que “todos podemos elegir”. Ilusión de elegir, de no estar afectados por la palabra y por la división.

Sostener la ilusión  de no estar afectado por la división.

Se  excluye  la diferencia que la palabra pone en juego, esta diferencia que se expresa en el uso de la lengua.

Sostener la igualdad por la posibilidad de adquisición de objetos no sería posible entre quienes, por ejemplo, dirigen el mercado y quien queda presa de “cierta elección”, bajo la creencia de que elige.

Esta exclusión de la palabra aleja al hombre de aquello que inspiró el nacimiento de la Democracia, la isegoría (el mismo derecho a hablar), la isonomía (el mismo derecho a participar) y la parresía, como requisito para el habla pública, es lo que queda forcluído de la lógica del mercado.

Los griegos tenían el ágora. Allí absolutamente todos tenían el mismo derecho a tomar la palabra sin ningún tipo de exigencia respecto de su capacidad de retórica. Nosotros tenemos  la TV, que, en tanto continúe  monopolizada por las corporaciones, la libertad de expresión, se vuelve una falacia. Allí  se puede decir… cualquier cosa….* (El trabajo fue escrito en el mes de Septiembre antes de la sanción de la Ley de Medios. Se presenta en la Reunión Lacanoamericana dos días después de la sanción de la Ley.)

 

La moneda viviente.

El llamado “individuo de consumo” queda rebajado a ser él mismo  el objeto de consumo, puesto que el propio cuerpo entra en la economía del mercado como objeto de mercantilización, ya que, siguiendo a Klossowski  la industria plantea que todo fenómeno humano es susceptible de ser tratado como “materialidad explotable”. Él lo explica a través del “acto de fabricar “concerniente al modo en que el ser humano se comporta frente a lo fabricable, como también a su cuerpo y al cuerpo del otro en tanto objeto instrumentalizable. En este sentido, el objeto viviente puede quedar como moneda. “Moneda viviente“   llama al esclavo industrial; disponible como cualquier otra mano de obra. Denuncia allí el círculo vicioso que se produce, puesto que “la dignidad humana” queda a salvo: “el término esclavo resulta excesivo, impropio, injurioso, ya que es libre de aceptar o no su salario. Pero….la integridad de la persona, desde el punto de vista industrial, no existe en ninguna otra parte que en y por el rendimiento valuable como moneda….La presencia corporal ya es una mercancía independientemente y además de la mercancía que dicha presencia contribuye a producir. Y de aquí en más, o bien el esclavo establece una relación estrecha entre su presencia corporal y el dinero que la misma produce, o bien el esclavo se sustituye a la función del dinero: a la vez riqueza y equivalente de riqueza.”

 

De un discurso comandado por el objeto a un discurso del plus de gozar.

¿Qué lugar tienen estos objetos de consumo dentro de la economía del deseo? ¿Hay alguna relación entre los objetos del mercado y los de la pulsión? ¿De qué objetos se trata?

Si pensamos en la fórmula de los discursos tenemos una discordancia entre el objeto del discurso del analista y el objeto del capitalismo, en tanto, el objeto que  comanda el discurso del analista es un objeto que sitúa una falta y el producto es un Significante. El objeto que comanda el discurso no es el objeto del mercado, no es la mercancía.

En cambio, en el discurso capitalista, el objeto que queda en el lugar del producto no es el objeto en tanto función de causa. Sino, que ese objeto a, en tanto plus de gozar funciona como un fetiche. La castración queda forcluída precisamente porque hay un fetiche que funciona como objeto a. No es, como en el discurso del analista, el objeto causa, sino, una condición, mientras que el a en su función de causa, implica hablar, y siempre que se habla, se está en relación a la falta.

Lo que se rompe en el Discurso Capitalista es la relación entre el Sujeto dividido y el objeto a, lo cual es solidario de la afirmación de Lacan que el capitalismo forcluye la castración, en el sentido que lo que funciona como fetiche es el a que antes comandaba el discurso del analista. Lo que queda afectado en el capitalismo es precisamente la función del objeto a , en tanto no funciona más como objeto a en el sentido de causa. El fetiche obtura la castración, completa al gran otro, es decir, rechaza la división.

 

Acerca del fetiche de la mercancía.

A qué nos referimos cuando decimos fetiche. Cabe detenernos en este punto a fin de despejar algunos conceptos.

Respecto del término en si mismo, se trata de un objeto de veneración, de adoración a un objeto en el que se depositan poderes sobrenaturales. También se puede pensar en el sentido de un amuleto. La palabra tiene una historia que se origina  en el campo de la magia y de la superstición, derivada del participio pasado de “hacer”, hecho, encierra cierta familiaridad con el término “hechizo”.En razón de su origen, el cristianismo consideraban a estos objetos  artificiales, inventados. (del lat. “facticius”).Lo cierto es que son objetos cuyo valor está sobredimensionado.

Es Marx quien luego va a ubicar como característica de la sociedad capitalista un fetichismo inherente a la mercancía. En ese sentido, los objetos del mercado, guardan una relación de apariencia con quien los produce, es decir, fantasmagórica, no real, en el sentido vulgar del término. Hay un plus que se le agrega a los objetos de producción y de consumo. A estos objetos se les atribuye cualidades que no poseen, pero cuya posesión, puede modificar el status social de alguien o las características de su personalidad. Entonces, tener tal o cual objeto, posibilita una serie de efectos que se leen por relación a la posesión de esos objetos.

Siguiendo a Freud, el fetiche también  va al lugar de la condición erótica de alguien, pero no es lo que lo causa. Esto más que facilitar, obtura la posibilidad de armar algún saber, respecto de ese objeto. El fetiche va a estar más bien del lado del conocimiento que del saber, por eso la ciencia es tan amigable con el discurso capitalista. Que alguien conozca no quiere decir que haya producido un saber en el sentido de un saber inconsciente, que queda más cerca de la castración y la falta. Hay una relación entre el conocimiento y el saber. Si bien del conocimiento se puede hacer un saber, esto no ocurre en el caso del fetichismo.

Entonces, no se debería homologar el hombre democrático con el hombre de consumo, ya que, respecto del consumo es en donde el hombre queda como prisionero de una elección imposible de realizar.

“El enemigo de la democracia no es otro que ese anarcocapitalismo financiero que, en nombre de las necesidades fantasmales del mercado y de sus operadores, rapiña el derecho de un pueblo a elegir su propio camino” Ricardo Forster “La anomalía Kirschnerista”

 BIBLIOGRAFÍA.

Jacques, Rancière: El odio a la democracia, Amorrortu editores.
Pierre Klossowski: La moneda viviente, Editorial Las Cuarenta.
Michael Foucault: Discurso y Verdad en la antigua Grecia, Ediciones Paidós.
Ricardo Foster: La anomalía Kirschnerista.
Norberto Ferreyra: Seminario Practicar el Psicoanálisis 2012 , clase El Síntoma II
Martín Heidegger: La pregunta por la técnica en Conferencias y Artículos (Traducción Eustaquio Barjan), Barcelona, 1.994
Karl Marx: El Capital


Trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Buenos Aires, 2013.

Este texto está disponible en PDF en la página web de la EFA: Descargar

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